domingo

LA FIEBRE DEL SUEÑO


Monstruosos asoman los fantasmas que trae el sueño,
cuando la mente enfebrecida, en el albor de la mañana,
despierta al cuerpo vestido de cielo,
cubriéndolo con traje de húmedo brillo,
y se yergue delirante, abandonando el refugio
del tálamo que lo resguarda.
Viendo en el espejo
el reflejo de una cara incierta,
que no siendo ni hombre ni mujer,
muestra una faz atormentada y
sonríe desde el otro lado,
preguntando sardónico
¿no me reconoces?
Este eres tú….

LA BRUJA

Capitulo I



Mi nombre es Alicia y quiero contar mi historia para conocimiento de todo el que sienta un pequeño interés por conocerla.
Nací en 1460, los montes rodeaban mi aldea, un arroyo de aguas cristalinas la cruzaba de parte a parte. Las gentes del lugar eran sencillas, dispuestas a dar crédito a cuanto charlatán llegaba a la aldea.
Pero eran buenas gentes y nada tengo que reprocharles, sólo su ignorancia y, aun esto no era por propia culpa.
Pero de todas formas yo procuraba estar el menor tiempo posible en la aldea y pasa gran parte del día recorriendo los montes, bañarme en el río y gozar en compañía de los animales del bosque. Llegaron a tenerme tanta confianza que cuando sentían mi llegada se acercaban al ribazo donde me sentaba para darme la bienvenida.
Pese a criarme sin padres, nunca los eché en falta pues las mujeres de la aldea me procuraban ayudar en cuanto necesitaba y con el tiempo aprendí a recoger las hierbas y raíces del campo para alimentarme y curar las enfermedades.
Yo entendía poco a las personas, pero conocía el lenguaje de los animales y sabía cuando estaban dichosos o cuando se cernía algún peligro en el bosque.

En aquel tiempo era una sana y hermosa joven, bonita decían, no tenía preocupaciones y me gustaba cantar y reír continuamente.
Una tarde en que paseaba como de costumbre, me entretuve más de la cuenta y aunque apresuré el paso se me hizo la noche por el bosque.
No sentía ningún miedo porque conocía cada árbol, cada piedra como mi propia casa.
Al rodear un macizo de rocas vi una luz en lo alto del monte; me aguijoneó la curiosidad, allí no solía subir nadie y menos de noche, por miedo a los rumores que existían sobre brujas y sus aquelarres.
Así que cambié mi rumbo y me fui hacia la luz porque podía tratarse de un cazador en apuros y tal vez, necesitaba de mi ayuda.
Cuando estuve más cerca, pude comprobar que no se trataba de ningún cazador. Se trataba de un grupo de gente poco numeroso, que se hallaban sentados alrededor de una hoguera. Eran, en su mayoría, montañeses, estaban escuchando a un hombre puesto en pié.
Desde mi escondite no podía escuchar lo que estaba diciendo. Mi curiosidad iba en aumento al notar la atención y el silencio que levantaban sus palabras.
Miré a mi alrededor para encontrar un escondite más cercano y que me permitiera oír sin ser descubierta; justo detrás del hombre descubrí una roca en equilibrio sobre un macizo de piedras, por detrás estaba cubierto de maleza y parecía que había una oquedad en la que podía esconderme sin ser vista.
Di un gran rodeo para no delatar mi presencia.
Una vez en mi escondite y llena de magulladuras y arañazos, me dispuse a escuchar sus palabras.

“- Os digo que nos buscan a nosotros – decía en ese momento. – Lo de las brujas es un mero pretexto para darnos caza. Quieren aplastar la revolución aun antes de que sea una realidad.
Recordé que en el pueblo se decía que arriba en el monte en noches oscuras los brujos y brujas realizaban horribles SABBAT en las que devoraban a niños y realizaban vergonzosas acciones.
Miré a cada uno de los asistentes y no me pareció que ninguno de ellos pudiera realizar esas atrocidades que se decía,
-Hay que hablar en todas las aldeas – Continuó diciendo el hombre.
convencerles de que la idea de las brujas es falsa. Que se trata de una mentira para conseguir que nos delaten. Contagiarles de nuestras ideas, prender en ellos la llama de la rebeldía. Que dejen de acusar a sus vecinos. Hay que hacerles comprender que no adelantan nada y sólo ayudan a los opresores para seguir explotando al pueblo. Que deben rechazar el falso paternalismo de esos asesinos que se atreven a justificar su crueldad diciendo que es en el nombre de Dios……
De pronto se formó un revuelo entre todos los asistentes y empezaron a gritar y a salir espantados del círculo. Miré al fondo y vi aparecer a unos hombres enmascarados, con las espadas y los látigos en la mano. Golpeaban sin piedad a cuantos hallaban a su paso. Al hombre puesto en pié lo azotaron y lo cargaron con grilletes en manos y pies.
Mis ojos entonces, se cruzaron con los de un enmascarado y pude ver el odio y una locura que me paralizó el cuerpo.
-¡¡¡Allí arriba hay una bruja!!!- dijo uno de los hombres – si no se escapa tendréis una recompensa

Capitulo II




Cuando recobré el conocimiento me hallaba en un lugar oscuro y maloliente. Poco a poco mi vista se fue habituando a la falta de luz y pude darme cuenta de que me encontraba en una mazmorra. Era un lugar espantoso, las piedras de las paredes rezumaban humedad. Huellas de orines partían del suelo hasta las paredes. Me incorporé un poco y con débil voz, pregunté: - ¿Dónde estoy? ¿Alguien puede decirme que hago aquí?
Ninguna respuesta. Las mujeres que me rodeaban se me quedaron mirando, pero no dijeron ni una palabra.
-¿Dónde estoy? Repetí un poco más fuerte
-Estás en manos del Santo Oficio- Dijo por fin una mujer.- Y ya sabes lo que eso conlleva,- se acercó donde yo estaba.- la tortura y, tal vez, la hoguera.
-Pero yo no soy ninguna bruja, soy una campesina, no entiendo nada de brujas, ni nunca he conocido a una.
-Eso no tiene importancia, te han cazado y eso es más que suficiente para ser bruja.
En ese momento se acabó la charla porque se abrió la puerta y dos hombres cargados con un saco entraron por ella, lo volcaron en los escalones y se dieron la vuelta rápidamente.
Las mujeres se abalanzaron sobre él y comenzaron a disputarse el pan y la sucia agua, que era en lo que consistía la comida.

Yo me quedé acurrucada en un rincón viendo cómo las mujeres se tiraban de los pelos y se lanzaban mordiscos unas a otras para lograr un trozo.
El estómago se me revolvía de verlas.
-. Has de ser lista cuando traigan la comida.- dijo la misma mujer.- pues si has de ser torturada, mejor que te coja con fuerzas para soportarlo.
-.Prefiero morir de hambre que pasar por la tortura.-Dije yo.
-.Ya aprenderás.- Dijo la vieja desdentada.- Las punzadas que da el hambre son peores que la tortura. Yo he visto a mujeres comerse sus propias manos.
Y cosas aun peores.
Cuando todas dormían yo pensaba en el joven de la montaña y trataba de entender sus extrañas palabras. Sobre todo añoraba mis montañas, los animalillos que acudían a verme al ribazo cada mañana, el agua fresca del río donde me bañaba.
Cada día cuando llegaban los guardias con la comida se repetía la misma escena, yo comía porque una mujer hermosa a quien yo llamaba CARA DE ANGEL, (ya que tenía unos bonitos ojos azules y una dulce cara) siempre me traía un trozo de mugriento pan y un pequeño tazón de agua.
Una mañana me advirtió de que tuviera cuidado con lo que decía y, sobretodo, a quien se lo decía, porque allí cualquiera era capaz de jurar que te habían visto volar en una escoba, o devorar a un niño, y sólo por las sobras que las daban los carceleros.

Capitulo III



Una mañana, al despertar fui a buscar a Cara de Ángel al rincón donde dormía, pero no pude hallarla, me imaginé que se la habían llevado. No me atrevía a preguntar a nadie y me sentía llena de angustia.
-.No la busques, vinieron esta mañana temprano y se la llevaron, seguro que ya no volverá, las que se van, nunca vuelven.
Una mañana no vino solo un guardia como todos los días, se presentaron dos y entre grandes risotadas iluminaban a las presas diciendo obscenidades entre ellos.
Por la noche, muy tarde, entraron de nuevo y se llevaron a la vieja casi arrastras cogida por los pelos.
Pensé con pena en ella y me despedí mentalmente porque sabía que no iba a volver.
Rece fervientemente el resto de la noche, recé por Cara de Ángel, por la vieja, por mí, por todas las personas que eran cruelmente torturadas para sacar una confesión que ya estaba escrita de antemano.
Rogué a Dios que se apiadara de nosotros, que acabara con esa sinrazón, que se apiadara de sus hijos. Finalmente me dormí. No sin antes rogar por volver a mis montes donde no hacía daño a nadie.
Sabía que en la tortura no podría resistir y que confesaría todo lo que ellos quisieran y que con eso me condenaba a muerte en la hoguera. Me encomendé a Dios y le pedí que mi hora fuera corta, que no permitiera verme sufrir por algo que no había hecho.
Fui interrumpida en mis oraciones por la puerta al abrirse, miré distraídamente hacia allí y entre los guardias vi…. ¡a la vieja!
No podía creer lo que estaban viendo mis ojos, cabía esperanza al fin y al cabo.
La presencia de la vieja así lo demostraba.
Se acercó a mí y me guiñó un ojo, vi en su rostro señales de tortura y sentí un gran pesar por ella, la iba a preguntar que la habían hecho, cuando me vi levantada en volandas por los dos guardias del día anterior.
Del pánico que sentí, me oriné encima, me llevaron casi arrastras por un largo y lúgubre corredor, por fin llegamos a una sala muy iluminada, después de tantos días de oscuridad me hacía daño a los ojos, sentí que dos lágrimas bajaban por mi cara formando dos grandes surcos al serme imposible limpiarlas por tener las manos sujetas por ambos hombres.
Por fin llegamos a un cuarto grande y donde estaban un grupo de hombres. Supuse que se trataba del resto de los guardias de la prisión, eran hombres sucios y malolientes, bastos y maleducados que se reían estrepitosamente y se daban empujones los unos a los otros haciendo gestos que no podía entender.
En el centro del cuarto había una gran mesa llena de restos de comida y algunas jarras de vino; unos largos bancos a los flancos de la mesa servían para sentarse.
Comentaron entre ellos quien sería el primero. Decidieron echarlo a suertes, pero antes querían ver que mercancía se estaban jugando.
Uno de los guardias que me tenía cogida dio un tirón a mis ropas dejándome desnuda delante de todos aquellos canallas.
El miedo, la vergüenza y el odio hacían temblar mi cuerpo provocándome grandes convulsiones y amenazaba caer redonda al suelo.
Cuando acabaron su juego se acercó a mí el primero….
Aquella noche fui, sobada, humillada, golpeada y violada hasta la saciedad. No quedó una parte de mi cuerpo que no fuera mancillada. Cuando se cansaron de mí me devolvieron al calabozo y me arrojaron una manta raída para que me cubriera.
Entre convulsiones y sollozos me quedé dormida.
Al despertar la vieja estaba a mi lado
-Tienes que haberte portado muy bien pues mira lo que te han traído- Dijo enseñándome una manzana.- come y no malgastes tu energía llorando, es lo que te ha tocado y no puedes cambiarlo, debes ser lista y sacar provecho de tu situación.

Capitulo IV

Una tarde entró un guardia y pensé que venía a recogerme cómo todas las noches y me puse de pié, no tardé en darme cuenta de que no venía sólo, le acompañaba un cura con sotana blanca y una gran cruz roja bordada en el centro.
-Esa.- Dijo señalando hacía mí.- La bruja joven.
-.Lo siento- Dijo el guarda, me caes bien pero este es mi trabajo y no me puedo negar a cumplirlo, te aconsejo que declares todo lo que quiera el monje y te librarás del tormento. De la muerte en la hoguera no te puede salvar nadie, pero no es preciso que sufras más de la cuenta.
El terror agarrotaba mi cuerpo y me llevaba a rastras. Llegamos a una sala circular con muchos aparatos que ni de lejos podía imaginar para que se utilizaban.
Había más personas en la sala, atadas con grilletes en las paredes, su estado era paupérrimo y la sangre y el sudor se mezclaban por sus cuerpos lacerados.
A mí me ataron al potro por cadenas en las manos y los pies.
- Al fin te tengo en mis manos.- Dijo el monje.- Sé que has hechizado a todos los guardias, pero eso no te vale conmigo. ¡Confiesa perra! O de lo contrario te vas a arrepentir de haber nacido.
-.Yo no he hecho nada.- Dije con voz débil. – Yo no he hecho daño a nadie en mi vida. ¡Suélteme por Dios!
-.No blasfemes bruja y deja a Dios en paz. Yo te arrancaré la verdad. Me vas a decir todos tus convenios con Satanás.
A partir de ese momento viví en un continuo alarido, de vez en cuando perdía el conocimiento y aprovechaban para echarme un balde de agua helada para recuperar la consciencia.
Debí de confesar todo cuanto quiso el monje pues al cabo de un tiempo se limitó a coger un hierro candente y marcarme en la frente la letra del demonio:
“S”
Después me llevaron en un carro a una plaza donde habían levantado una pira con un poste en el centro. Me ataron fuertemente al poste y prendieron fuego a la pira.
Recé a Dios para que se tratara de una pesadilla y que despertara en mis amados montes. Se lo pedí con todo el fervor de mi inocencia mancillada.
Antes de que el humo me impidiera respirar grité con todas mis fuerzas:
¡Satanás! Si por tu nombre he de morir, justo es que me salves y condenes a quienes me matan siendo inocente. ¡Sálvame! Y te juro que te adoraré para siempre.




¡Ha sido un incendio horroroso!
Los bomberos han tardado diez horas en apagarlo
-¡Que horror!- dijo otro de los mirones.
-¿Ha muerto alguien?
- ¡Todos han muerto!
-Todos no, se ha salvado una chiquilla de dos años, pobrecilla. Tiene una horrible quemadura en la frente. Parece una “S” marcada a fuego.

Y esta es mi historia, han pasado los años y vivo muy feliz sirviendo a mi Señor Satanás y no me falta de nada y soy muy feliz, atrás quedan los recuerdos de aquella vida en que fui condenada por bruja sin serlo.
Ja, ja, ja……..


F I N

jueves

Romancillo de la Luna

¡Que sola se queda Venus!
-Lucero de la Mañana –
cuando se marcha la Luna
a verse en el agua clara.

Lunita vente a alumbrar
a mi querer que regresa.
A los montes partió un día,
para ganar unas “perras”
con los hombres de la sierra.

Lunita no dejes sola
A la Estrella Vespertina
que luce en el firmamento
y aguarda tu compañía.