Lacerada el alma por las piedras
del camino,
con las heridas sangrantes
por la ira y la injusticia,
lágrimas saladas se deslizan
por las mejillas ateridas
del espíritu sensible,
consternado
ante la falta de empatía
de monarcas de negras almas.
Oscura noche ciega
de estulticia y desatino.
Lloran las madres por los hijos
no nacidos y exánimes de perplejidad.
Claman con graznidos de cuervo
las algodonosas nubes de tormenta
subrepticia que se nutre
de la cólera
contenida en las sentinas
de metrópolis engalanadas de neones
divulgando la opulencia de sus arcas.
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